lunes, febrero 22, 2016

No Puedo

No puedo, no puedo con la desesperación, no puedo con la frustración, me corroe, de verdad siento cómo un desconocido cáncer se afianza en mis entrañas con un resentimiento horrible, lo quiero sublimar, lo quiero disolver, quiero decir “bueno, ya pasó” y mi mente me hace la jugarreta de recordarme una y otra vez el dolor de la frustración. Pareciera como si no pudiera madurar un proceso de años, es algo que un niño haría, un berrinche, así lo veo, pero mi interior me rompe por dentro, esto me supera, no puedo, no puedo y no puedo superarlo, y sí que quiero, finjo superarlo para sonreír en la calle, pero por dentro me muero, es horrible, hace muchísimos años que no sentía esto, y no lo recomiendo a nadie. Igualmente no recomiendo colgarse tanto de los resentimientos, no es ningún placer. Intento encontrar una razón para superarlo pero me revuelve el estómago hasta salir de esto. Cada vez que intento pensar positivo, superar la decepción, el resentimiento gracilmente me causo un dolor interior, es como enterrar algo al rojo vivo, no se muere, simplemente se queda ahí quemando todo y derritiendo sus derredores.

Así es como se debe crear el famosísimo Cáncer, sí, esa enfermedad que tiene un origen emocional, así se siente y temo darle cabida en mi ser. No quiero el cáncer y no quiero el dolor y no quiero seguir frustrado, desesperado, resentido ni decepcionado. No puedo más. Escribo esto para intentar sublimar mi dolor, funciona un poco, pero no sé cuál sea la extensión.

Debo perdonar, pues el resentimiento se quedará en mí, nunca en el exterior, ni en las personas que me causan el dolor (nunca sabrán ni les afectará por más que yo les diga realmente el tamaño de pesar que me causan), por eso debo perdonar, ¡qué difícil! Salir de uno mismo cuando hay un peso tan grande que te ancla. Es como romperse por completo cuando uno ya está rasgado del corazón y del alma.

Lo increíble es cómo resurgen todos los resentimientos antiguos, salen imágenes que parecían borradas por el tiempo de personas y momentos dolorosos, de otras decepciones, de otras frustraciones. La mente se encarga de alimentar ese Cáncer. ¡Que horrible! Y quiero gritar “¡Fuera de mí, fuera de mi sistema ahora mismo! Yo no soy resentimiento, nunca lo he sido y nunca lo seré”.

Espero con ansia una palabra ajena, un abrazo de confort, una situación de cambio que me saque de mi lugar de perdición porque al parecer solito no estoy pudiendo. Y trato de enfrentarlo tanto como puedo, para no cubrirlo y culrivarlo, para enfriarlo a mano, para que cicatrice al aire libre, pero tarda, no es rápido y es peligroso el poder de la mente para avivar en lugar de apagar el fuego. El temor se suma al dolor y me quedo envuelto en una vorágine monstruosa de perdición, de tristeza, de amargura, de dolor… no puedo, no puedo más.


Pido a Dios su ayuda, yo solito no puedo, pido a los ángeles su inspiración, su alegría, su luz, porque yo no estoy pudiendo resolver solo este pasaje. Imploro la expulsión de la oscuridad que se empeña en nublar mi mirada. Quiero ver la luz y realmente me doy cuenta de que todo este tiempo Dios sí me toca, me habla y me sostiene, reconozco las señales inequívocas de que Dios no quiere que me pierda, es la oscuridad la que pretende engañarme y se aprovecha de que me tiene enganchado para hacerme sufrir. Pero sí he visto la luna como nunca, he sentido el amor de mi familia como nunca, he escuchado risas dulces como nunca, he vislumbrado un atisbo de reconocimiento de otros como pocas veces, he soñado con los mismos ángeles, he sentido en mi cuerpo el abrazo Divino, he saboreado las maravillas de la creación, he respirado sanamente… Ahora que lo veo, sí es verdad. Dios sí me ayuda. No estoy solo. Es  mi necedad y mi debilidad ante esa oscuridad que me dañan, pero por eso pido ayuda, y sí, Dios me da su ayuda a manos llenas, es increíble. Gracias Dios. Gracias.

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